El collage siempre ha sido más que un ensamblaje de recortes: es un espejo cultural, sostenido para reflejar los valores, ansiedades y sueños de su tiempo. Desde los antiguos artesanos que superponían materiales preciosos hasta los nativos digitales que remezclan memes, los collages de cada era revelan una crónica de la experiencia humana.
Considera a una anciana viuda en 1772, Mary Delany, quien presionó trozos de papel de colores en la semejanza de un geranio y escribió, “He inventado una nueva forma de imitar flores”. En ese humilde acto de artesanía, sin saberlo, eco una práctica que se remonta a siglos y continentes – uniendo el mundo en forma visual.
El collage, del francés coller (pegar), literal y metafóricamente une lo efímero en significado. Permite que imágenes y materiales dispares conversen en el lienzo, creando una sintaxis en capas que es a la vez poética e incisiva. Con el tiempo, los artistas han utilizado esta sintaxis para documentar la historia, desafiar la autoridad y tejer identidades personales y colectivas.
Hoy, mientras navegamos por collages digitales en las redes sociales o encontramos instalaciones inmersivas inspiradas en collages en museos, estamos participando en un linaje que abarca antiguos rollos chinos, fotomontajes dadaístas, fanzines punk y más allá.
El viaje de este artículo trazará la transformación del collage desde sus orígenes antiguos hasta la era digital, examinando cómo las fuerzas culturales moldearon su evolución en momentos clave. Veremos cómo cada capa de collage – cada fragmento rasgado y pegado – lleva la impronta de un tiempo y lugar. Una historia de creatividad nacida de la complejidad, una forma de arte continuamente renacida para hablar de nuevas realidades.
Conclusiones clave
- El arte del collage proporciona una lente única sobre las complejidades de los contextos culturales e históricos.
- El medio ha evolucionado continuamente, reflejando los valores e ideologías cambiantes de la sociedad.
- Movimientos artísticos significativos, incluidos el Dadaísmo y el Surrealismo, utilizaron el collage para el comentario sociopolítico.
- El collage sirve como una crónica de la historia humana, impregnada de símbolos y motivos de diversas culturas.
- A través del collage, los artistas ofrecen tanto una preservación como un desafío a las identidades culturales.
- La adaptabilidad de la técnica le ha permitido mantener su relevancia frente a un mundo que cambia rápidamente.
Orígenes Antiguos: Fragmentos de una Tradición Cultural
Mucho antes de que “collage” fuera un término definido en el arte, los humanos ensamblaban fragmentos para contar sus historias. En tiempos prehistóricos, nuestros antepasados combinaban materiales naturales – pétalos de flores, conchas, plumas, alas de mariposa – para adornar objetos o crear exhibiciones rituales.
Estos primeros actos, aunque no eran arte por el arte, revelan un instinto fundamental de coleccionar y componer significado del mundo que nos rodea. Al unir un elemento con otro, las personas prehistóricas estaban esencialmente haciendo los primeros collages, usando el material de la vida diaria para transmitir ideas o espiritualidad.
Una innovación crucial potenció este impulso: la invención del papel en China alrededor del 200 a.C.. Con el papel, nació una nueva superficie flexible, y pronto los artesanos descubrieron que podían cortarlo y pegarlo de maneras ingeniosas. Los registros históricos sugieren que para la época de la Dinastía Tang, los monjes budistas estaban pegando sutras (escrituras) e imágenes en conjunto como arte devocional.
El collage, en este contexto, era una herramienta de piedad y preservación – fragmentos de oraciones impresas ensambladas en un todo mayor. Esto sentó un precedente para el collage como una práctica de creación de significado, incrustando valores culturales (en este caso, devoción religiosa) en los mismos materiales de la obra de arte.
Japón adoptó la práctica no mucho después. Para el siglo X, en el período Heian, los poetas y calígrafos japoneses eran conocidos por pegar poemas en fondos de papel decorado como parte del arte de tsugimono, creando pergaminos de poesía visualmente estratificados. Podían unir delicados papeles cortados con hojas de oro o plata y caracteres entintados para ensamblar un diseño armonizado – esencialmente un collage de papel temprano que unía texto e imagen.
Para el siglo XII, los artistas japoneses también estaban pegando papel sobre seda para embellecer pantallas y pergaminos, un precursor temprano del collage en el arte fino. Estos usos refinados en el Este de Asia fueron paralelos a las prácticas populares en otros lugares: en Europa central para el siglo XIII, la gente usaba técnicas similares al collage como una artesanía para decorar sus hogares – por ejemplo, combinando tela, fotos y recuerdos en lo que podríamos llamar proto-álbumes de recortes o tableros de memoria.
La prehistoria del collage es así un tapiz global. En muchas tradiciones indígenas y populares, encontramos técnicas análogas de ensamblaje de piezas:
- Textiles Mola hechos por mujeres Guna en Panamá que superponen telas de colores en un aplique inverso (un collage textil) para representar historias locales
- Tradiciones de acolchado en África y la diáspora africana que cosen juntos retazos de tela dispares en narrativas unificadas
- Mandalas de arena budistas tibetanos que ensamblan millones de granos de arena de colores en diagramas cósmicos, solo para barrerlos después – un ritual conmovedor de creación y dispersión similar al ethos de impermanencia y recombinación del collage.
Cada una de estas prácticas utiliza un principio de collage: unir fragmentos para crear un significado que trasciende cualquier pieza individual.
Para las eras Renacentista y Barroca en Europa, los elementos de collage aparecieron en el arte religioso y las artesanías cortesanas. Monjas en conventos medievales elaboraban exquisitos relicarios e imágenes devocionales adornadas con pergaminos cortados, telas y joyas – un collage espiritual de materiales.
En el gabinete de curiosidades barroco, los coleccionistas montaban mariposas, monedas e impresiones en arreglos elaborados, efectivamente colageando la naturaleza y el arte como una forma de catalogar las maravillas del mundo.
Estos primeros collages servían como espejos culturales de su tiempo: los collages de papel chinos reflejaban una sociedad que apreciaba la erudición y la fe, los collages de pergaminos japoneses reflejaban una cultura cortesana que valoraba la poesía y la elegancia, y los collages populares europeos hablaban de la vida doméstica y la memoria personal.
Para el siglo XVIII, el collage tal como lo conocemos comenzó a emerger más claramente. El trabajo de Mary Delany es un ejemplo destacado: entre 1772 y 1783, en la corte de Inglaterra, esta gentil abuela elaboró a mano 985 collages botánicos tan científicamente precisos que los botánicos se maravillaban de que uno pudiera "describir botánicamente cualquier planta...sin temor a error" al mirarlos.
Delany llamó a sus flores "mosaicos de papel", un término adecuado que destaca cómo cada una era un compuesto de muchos fragmentos de papel. Su renacimiento artístico tardío en la vida – impulsado tanto por la curiosidad como por el dolor – subraya un tema clave: el collage a menudo florece en tiempos de agitación personal o social, dando forma a lo que de otro modo sería inexpresable.
Alrededor de la misma época, el collage victoriano se convirtió en un pasatiempo popular. Tanto los aristócratas como las familias de clase media mantenían álbumes de recortes y collages. Incluso el novelista Charles Dickens se entregó a esta actividad, colaborando con un amigo para cubrir una pantalla plegable con cientos de grabados recortados.
Los collages domésticos victorianos, creados para el entretenimiento, eran sin embargo artefactos culturales: reunían la cultura visual de la época (recortes de periódicos, imágenes impresas) en nuevas narrativas, de la misma manera que podríamos hacer un collage digital de fotos de noticias para comentar sobre eventos actuales.
A través de estos primeros ejemplos, el arte del collage estableció dos roles perdurables: como un medio para preservar el pasado (presionando piezas preciadas en un nuevo todo) y como un medio de subversión o juego, recombinando el mundo con fantasía o crítica. Estos roles se volverían aún más pronunciados a medida que el collage entraba en el ámbito del arte moderno.
El Contexto Histórico del Arte del Collage: Una Línea de Tiempo de Influencias
La rica historia del arte del collage está impregnada de una mezcla de dinámicas culturales, sirviendo como un léxico visual lleno de comentarios e ideas revolucionarias. Esta sección emprende un viaje para cronometrar la línea de tiempo de influencias en el arte, señalando la metamorfosis del collage desde su inicio hasta la potencia de expresión que es hoy.
Al explorar las influencias culturales, no solo adquirimos una visión de este medio transformador, sino que también apreciamos los roles fundamentales desempeñados por una constelación de artistas y movimientos en la configuración de su trayectoria.
- Los primeros pasos del collage se pueden rastrear hasta la invención del papel en China, lo que eventualmente llevó a los primeros casos registrados de collages de papel utilizados por monjes para textos religiosos, simbolizando el contexto histórico más temprano del arte del collage.
- Avanzando rápidamente hasta principios del siglo XX, cuando el Cubismo provocó un cambio crucial al incorporar artistas como Pablo Picasso y Georges Braque medios mixtos en su trabajo, marcando un desarrollo significativo en la línea de tiempo de influencias en el arte.
- Los sentimientos antibelicistas y la crítica social del movimiento Dada empoderaron a artistas, incluidos Hannah Höch y Kurt Schwitters, para usar el collage como una forma de rebelión, criticando constructos culturales y estableciendo nuevos precedentes en la historia del arte del collage.
- Más tarde, los surrealistas infundieron el collage con elementos de sueño y fantasía, con artistas como Max Ernst utilizándolo como un lienzo para exploraciones subconscientes y reflejando influencias culturales a través de yuxtaposiciones que difuminaban la realidad y el sueño.
- La mitad del siglo XX trajo consigo el Arte Pop , donde el collage reflejó un espejo sobre la cultura del consumidor, con artistas como Richard Hamilton y Andy Warhol diseccionando y reensamblando imágenes populares para comentar sobre la mercantilización de la cultura.
- El final del siglo XX y el comienzo del siglo XXI vieron al arte del collage continuar evolucionando, con tecnologías digitales y la conectividad global dando paso a una nueva era. Este período ha sido testigo de artistas aprovechando el collage para el comentario social y el activismo digital, ampliando en última instancia su significado histórico y cultural.
Al examinar este pasado lleno de historia, es evidente que el collage ha servido continuamente como un medio de elección para los artistas interesados en explorar influencias culturales. Su adaptabilidad y propensión a amalgamaciones eclécticas lo han convertido en un lienzo en constante evolución, reflejando el rostro siempre cambiante de la cultura humana.
El contexto histórico del arte del collage no es simplemente un pasado para ser estudiado, sino una conversación en curso, salpicada de capas de significado que hablan de la fluidez del tiempo y la cultura.
- La experimentación del cubismo refleja la perspectiva del mundo modernizante y la superposición de diferentes perspectivas a través del collage.
- La utilización del collage por parte del dadaísmo subraya la crítica cultural y la deconstrucción de los valores prebélicos.
- El surrealismo y sus collages oníricos disecan las grietas entre la realidad tangible y la mente sin restricciones.
- Los vibrantes cuadros del arte pop representan la creciente influencia de los medios de comunicación masivos y la cultura del consumidor en las identidades individuales y sociales.
- La cultura del remix de la era digital y los memes de internet presentan una nueva frontera donde la narrativa histórica del arte del collage continúa desarrollándose.
Dentro de este rico tapiz yace una intrincada red de eras, ideologías y metodologías, todas contribuyendo a la esencia robusta y multifacética del arte del collage. Es una historia no solo de artistas y sus obras, sino de cómo esos elementos reflejan y desafían las eras de las que surgieron, proporcionando contexto cultural e influyendo en generaciones creativas sucesivas.
Revolución de Cortar y Pegar: Collage en la Vanguardia
A principios del siglo XX, el collage irrumpió en la escena del arte de vanguardia, cambiando para siempre el curso del arte moderno. El catalizador fue el cubismo, el movimiento artístico radical liderado por Pablo Picasso y Georges Braque en París.
Para 1912, Picasso se había cansado de simplemente pintar una naturaleza muerta. En un movimiento audaz, pegó un trozo de hule impreso comercialmente con un patrón de silla de mimbre directamente sobre su lienzo Naturaleza Muerta con Silla de Mimbre (1912). Fue un gesto escandaloso – “la chocante incongruencia de introducir un dispositivo de arte popular en el arte ‘serio’”.
Al insertar un material del mundo real en la ilusión pintada, Picasso colapsó la frontera entre el arte y la vida. Como señala un comentario del Museo Metropolitano, esto fue un “acto radical – insertar un fragmento de realidad en el reino ficticio de la pintura,” una ingeniosa imitación de la realidad que tanto se burlaba como honraba la tradición.
Braque, para no quedarse atrás, pronto pegó trozos de papel tapiz y papel de periódico en sus obras de arte. Así nació el Cubismo Sintético, y con él la introducción formal de la técnica del collage en el arte fino.
¿Por qué sucedió esto en 1912? Culturalmente, el mundo estaba cambiando a una velocidad vertiginosa – la modernidad estaba en pleno apogeo con sus teléfonos, automóviles y periódicos diarios. El collage cubista reflejaba una visión del mundo moderna: una de fragmentos, simultaneidad y múltiples perspectivas.
Al cortar y reensamblar pedazos de lo cotidiano (recortes de periódico, envoltorios de tabaco, papel tapiz), Picasso y Braque pretendían capturar las realidades superpuestas de la vida moderna. El collage era el medio perfecto para esto. Permitía a los artistas yuxtaponer diferentes texturas y puntos de vista en un solo plano, tal como una ciudad presenta un collage de vistas y sonidos. Como resultado, la experimentación del Cubismo con el collage se convirtió en un fundamento para gran parte del arte del siglo XX. La misma palabra “collage” entró en el vocabulario del arte a través de estos experimentos.
Otros artistas rápidamente tomaron las tijeras (y el pegamento). En Italia, los Futuristas pegaron palabras e imágenes en sus manifiestos y diseños tipográficos extravagantes, tratando de transmitir el caos de la era de las máquinas. En Rusia, los Constructivistas ensamblaron collages abstractos de papel e impresión para avanzar ideales revolucionarios. Pero fue en medio de la Primera Guerra Mundial que el collage asumió un papel cultural aún más combativo: el nacimiento del Dada.
Dada: El Pegamento como Arma de Disidencia
En 1916, mientras la guerra hacía estragos en Europa , un grupo de artistas y poetas expatriados en Zúrich – Hugo Ball, Hannah Höch, Tristan Tzara, Kurt Schwitters, Raoul Hausmann entre ellos – se rebelaron contra todo lo que representaba la sociedad. Llamaron a su anti-movimiento Dada, una palabra sin sentido que reflejaba su indignación ante la violencia sin sentido de la Primera Guerra Mundial. El collage y su primo fotográfico, el fotomontaje, se convirtieron en las armas más explosivas del Dada.
¿Por qué el collage? Los dadaístas encontraron en la técnica de cortar y pegar una metáfora del mundo fracturado que los rodeaba. Al cortar físicamente periódicos, anuncios y fotografías – el mismo tejido de la cultura visual de la sociedad burguesa – y reensamblarlos de maneras absurdas o chocantes, pretendían literalmente cortar a través de las ilusiones del nacionalismo, la propaganda y el arte tradicional.
Hannah Höch, una dadaísta de Berlín, fue pionera en el fotomontaje para criticar los roles de género y la política. En su collage de 1919 Cortado con el cuchillo de cocina Dada a través de la última época cultural de la panza cervecera de Weimar en Alemania, cortó imágenes de figuras políticas alemanas e imágenes de los medios de comunicación masiva, reensamblándolas en una sátira caótica y mordaz de la sociedad de Weimar. El título en sí sugiere herramientas domésticas (un cuchillo de cocina) utilizadas para cortar la autoridad inflada (la “panza cervecera” del establecimiento). El trabajo de Höch, como muchos collages dadaístas, era una crítica polifónica – múltiples voces y significados emergiendo de los fragmentos yuxtapuestos, una protesta visual contra una narrativa singular y racional.
El collage Dada introdujo varias tácticas culturales clave que resuenan en el arte hasta el día de hoy:
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Fotomontaje como crítica social: Artistas como Höch y John Heartfield combinaron y retocaron fotografías para crear mensajes políticos incisivos (Heartfield famosamente ridiculizó a Hitler al hacer un collage del retrato del Führer para revelar un alijo de monedas de oro en su estómago – implicando la avaricia que alimenta el fascismo). Esta técnica es un ancestro directo de los memes políticos y la sátira de Photoshop de hoy en día.
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Azar e irracionalidad: Los collagistas dadaístas a menudo abrazaban arreglos al azar de fragmentos (Jean Arp, por ejemplo, dejaba caer piezas de papel rasgado y las pegaba donde caían) para rechazar la idea de un orden premeditado. Esta asociación libre de imágenes imitaba el sentido de desubicación de la época, y también presagiaba los métodos surrealistas.
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Tipografía y Gráficos en el Arte: El Dadaísmo difuminó el arte y la publicación. Palabras recortadas, tipografías y logotipos comerciales encontraron su camino en collages, erosionando la barrera entre el arte fino y los medios de comunicación masivos. Al hacerlo, los collages dadaístas reconocieron que la cultura misma era un collage de alto y bajo, serio y absurdo, una noción que solo se fortalecería en el arte posmoderno.
En la década de 1920, muchos artistas dadaístas evolucionaron (o involucionaron) hacia el Surrealismo, llevando técnicas de collage con ellos a nuevos ámbitos conceptuales. El movimiento surrealista, enamorado de las teorías de Freud sobre los sueños y el subconsciente, veía el collage como un medio para acceder a imágenes extrañas e inquietantes que podrían surgir aparentemente por accidente.
Max Ernst creó collages a partir de grabados del siglo XIX para formar escenas fantásticas (su libro de 1934 Une Semaine de Bonté es una novela en collage, remezclando ilustraciones victorianas en viñetas absurdas y oníricas). Los surrealistas valoraban cómo el collage podía hacer imágenes familiares extrañas al sacarlas de contexto.
Como observó un historiador del arte, el acto de unir imágenes dispares reflejaba las creencias surrealistas de que el significado es generado por el subconsciente en saltos ilógicos. La cabeza de un hombre en el cuerpo de un pez, o una muñeca pegada en un bosque: tales combinaciones irracionales eran ventanas al inconsciente.
Sin embargo, incluso en sus aplicaciones más oníricas, el collage en manos de los surrealistas seguía siendo un barómetro cultural. Capturaba el desengaño de un mundo después de la guerra, donde las viejas certezas (políticas, sociales, religiosas) eran cortadas y nuevas realidades inquietantes se ensamblaban a partir de sus piezas.
El collage también proporcionó una manera de procesar la avalancha de imágenes de los medios modernos. A medida que los periódicos, revistas y anuncios proliferaban en la década de 1920, los artistas literalmente tenían más material en bruto que nunca para recortar. Los surrealistas aprovecharon esta avalancha de imágenes para sondear el psiquismo colectivo: cada collage era como una interpretación freudiana de los sueños de la cultura moderna, ensamblando los residuos de los medios masivos en revelaciones o pesadillas.
A finales de la década de 1920 y en los años 30, el collage se había establecido como una técnica central de la vanguardia, utilizada no solo en Europa sino a nivel mundial. Modernistas latinoamericanos como José Orozco experimentaron con el collage en murales y grabados; en Japón, la revista de vanguardia Mavo presentó obras de collage; y en los Estados Unidos, el joven Joseph Cornell comenzó a crear sus cautivadoras cajas de ensamblaje tipo collage, llenas de bric-a-brac victoriano dispuesto de maneras surrealistas.
Cronología Indexada: Momentos Clave en la Historia del Collage (1900–1940) – una referencia rápida de avances cruciales en el collage y su contexto cultural:
- 1907–1911: Picasso y Braque desarrollan el Cubismo Analítico (fragmentación de la forma). Para 1912 transitan al Cubismo Sintético y crean los primeros collages de bellas artes (por ejemplo, el Bodegón con Caña de Silla de Picasso), introduciendo papel tapiz, periódico y cuerda en la pintura. Significado: El collage entra en el arte elevado, reflejando una realidad moderna donde el arte y la vida cotidiana se fusionan.
- 1916–1920: Dada emerge (Zúrich, Berlín, París, Nueva York). Los fotomontajes de Hannah Höch y los collages Merz de Kurt Schwitters utilizan boletos de autobús, periódicos, tela e imágenes para atacar la cultura burguesa y la propaganda de guerra. Significado: El collage se convierte en una herramienta de protesta, parodia y crítica cultural.
- 1924: Se publica el Manifiesto Surrealista en París. Las novelas collage de Max Ernst (1921–34) y otros utilizan el collage para evocar escenas oníricas. Significado: El collage se utiliza para explorar el subconsciente e irracional, comentando sobre la psique fracturada post-Primera Guerra Mundial.
- 1931: La Exposición Internacional del Surrealismo exhibe collages y objetos (París). Joseph Cornell comienza a crear cajas de ensamblaje en Nueva York en los años 30, una extensión tridimensional de los principios del collage. Significado: Valida el collage como arte fino internacionalmente; la estética del collage se extiende a América, influyendo en artistas emergentes.
Collage de Arte Pop y la Cultura de los Medios de Comunicación
Si el principio del siglo XX vio el uso del collage para desmantelar los antiguos órdenes mundiales, la mitad del siglo XX lo vio empleado para navegar el nuevo mundo de los medios de comunicación masivos y la cultura del consumidor . El período posterior a la Segunda Guerra Mundial estuvo marcado por una explosión de publicidad, televisión, imágenes impresas y productos – un exceso de estímulos visuales que en sí mismo se sentía como un gigantesco collage asaltando los sentidos. No es sorprendente que los artistas de las décadas de 1950 y 1960 recurrieran (nuevamente) al collage para dar sentido a, o criticar, esta nueva realidad.
Proto-Pop: La cápsula del tiempo de Hamilton de 1956
En 1956, un collage seminal del artista británico Richard Hamilton planteó (y respondió con picardía) la pregunta: “¿Qué es lo que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos?” El collage representa una sala de estar moderna rebosante de bienes de consumo e íconos de la cultura pop: un culturista sostiene con orgullo una piruleta gigante etiquetada como “POP”, una lata de jamón se encuentra sobre una mesa de café, una portada de cómic y una grabadora adornan las paredes.
Hamilton recortó estas imágenes de revistas americanas y las ensambló en una instantánea satírica de la emergente sociedad de consumo. Esta obra de arte a menudo se cita como la primera obra de Pop Art, con el collage en su núcleo. El mensaje era claro – la vida moderna es un collage, un bombardeo de imágenes y productos dispares que compiten por nuestra atención y deseo.
El collage de Hamilton anunció un cambio. En el movimiento Pop Art de finales de los años 1950 y 1960, los artistas abrazaron con entusiasmo el collage y el ensamblaje para celebrar, criticar o simplemente reflejar la nueva cultura saturada de medios.
Andy Warhol, aunque conocido por la pintura serigráfica, también utilizó técnicas de collage en sus primeras obras (como sus experimentos de foto-collage de los años 1960 organizando imágenes repetidas de celebridades y productos).
Robert Rauschenberg construyó monumentales combinaciones – mitad pintura, mitad ensamblaje – pegando periódicos y fotografías en lienzos e incluso incorporando objetos reales como una cabra disecada o un neumático.
Estos eran collages en tres dimensiones, acumulaciones caóticas que capturaban la textura cruda de la vida americana. Rauschenberg dijo famosamente que trabajaba “en la brecha entre el arte y la vida,” y sus combinaciones basadas en collage son exactamente eso: ni arte ilusorio completo ni realidad cruda, sino un híbrido.
Al otro lado del océano , Pop Europeo y los artistas del Nouveau Réalisme estaban haciendo algo muy similar. En 1960, el artista francés Mimmo Rotella arrancó carteles de la calle y re-collageó sus fragmentos en nuevas composiciones (él llamó a esto décollage, literalmente despegado, ya que restaba y reorganizaba en lugar de añadir). Los Nouveau Réalistes en Francia (como Jacques Villeglé) de manera similar levantaron carteles cubiertos de graffiti y los exhibieron como collages de la cultura visual urbana de la “vida real”.
Lo que une estos enfoques de la era Pop es la sensación de que el arte debería reflejar el bombardeo de imágenes que las personas experimentaban diariamente – los anuncios de revistas, las estrellas de cine, las tiras cómicas y el embalaje comercial que habían llegado a definir los sueños y aspiraciones de la sociedad de posguerra.
El collage en esta era a menudo tenía un borde juguetón e irónico. A diferencia de los dadaístas enojados o los surrealistas serios, los artistas Pop abordaron la imaginería cultural con una mezcla de fascinación e ironía. Sin embargo, había una crítica incrustada en muchas de estas obras. El collage de Hamilton es casi clínico en cómo disecciona un interior consumista; las repeticiones de Warhol de Marilyn Monroe o una lata de sopa Campbell, aunque celebratorias en la superficie, también nos invitan a considerar cómo la reproducción masiva y los medios moldean nuestros deseos.
El collage era el formato ideal para las preguntas del arte Pop porque es fundamentalmente un arte de apropiación: toma imágenes existentes (a menudo comerciales) y las recontextualiza. Al hacerlo, el arte del collage puede exponer la mecánica de las imágenes de los medios: cómo persuaden, glorifican o engañan.
Como observó el crítico de arte Donald Kuspit, una gran fortaleza del collage es su potencial para socavar las ideas dadas sobre el mundo, para negar la absolutidad de la realidad consensuada. En la década de 1960, la “realidad consensuada” era que consumo = felicidad; los collages Pop jugaban a hacer agujeros en eso al recombinar los mismos signos de consumo en arte ambiguo.
Collage para Protesta e Identidad (1960s–1970s)
Los años 60 y 70 fueron tiempos turbulentos – movimientos por los derechos civiles, movimientos feministas, protestas contra la guerra de Vietnam – y el collage una vez más se convirtió en una táctica favorita para activistas y artistas que hablaban la verdad al poder.
El collage es inherentemente democrático: no se necesita una educación formal en arte para cortar y pegar, y se pueden usar materiales baratos y accesibles como revistas, volantes y fotografías. Por lo tanto, naturalmente sirvió a la contracultura.
Considera los carteles políticos y los zines underground de la era . El movimiento contra la guerra a menudo empleaba fotografías en collage para lograr un efecto impactante (por ejemplo, imágenes de niños vietnamitas superpuestas en una bandera estadounidense). En 1967, Carolee Schneemann, una artista de performance vanguardista, creó “Body Collage”, una pieza en la que se enrollaba desnuda en pegamento y trozos de papel. Fue una declaración feminista visceral: la mujer convirtiéndose en collage, desafiando la cosificación del cuerpo femenino al reclamarlo en un caos de material pegado.
Artistas feministas como Hannah Wilke y Martha Rosler en los años 70 usaron el fotomontaje para criticar los roles de género, al igual que lo había hecho Höch, pero ahora abordando la domesticidad de los años 60 y la industria de la belleza. La serie de Rosler House Beautiful: Bringing the War Home (c. 1967–72) pegó imágenes horribles de la Guerra de Vietnam en interiores de revistas brillantes, colapsando la distancia entre los cómodos hogares estadounidenses y la guerra en el extranjero: un poderoso collage político que circuló en periódicos clandestinos en lugar de galerías de arte.
Mientras tanto, en la música y el diseño gráfico, la estética del collage señalaba rebelión. El movimiento punk rock adoptó un aspecto de bricolaje de cortar y pegar para carteles de conciertos y portadas de álbumes, posiblemente la influencia del Dada revivida.
El famoso volante anárquico para el sencillo de los Sex Pistols “God Save the Queen” (1977) de Jamie Reid presenta el retrato de la Reina desfigurado con letras al estilo de una nota de rescate, un descendiente directo del fotomontaje Dada. Para producir ese texto de nota de rescate, Reid literalmente cortó letras de titulares de periódicos. Este estilo de collage de “nota de rescate” se convirtió en sinónimo de la postura anti-autoritario del punk. En esencia, cada collage era una pequeña revolución, reorganizando los símbolos de poder en una rebelión visual.
El collage también se convirtió en un medio para que las voces marginadas afirmaran su identidad. Artistas afroamericanos de los años 60 y 70 como Romare Bearden abrazaron el collage para representar la vida negra en América. Bearden recortaba fotografías de revistas, papel estampado y sus propios dibujos, ensamblándolos en escenas vibrantes e improvisadas de la historia afroamericana y la experiencia cotidiana: músicos de jazz, bautismos, la vida en las calles de Harlem.
La estética de "patchwork" de Romare Bearden resonaba con las tradiciones de la fabricación de colchas y la improvisación del Blues, vinculando el collage a una herencia cultural de creatividad negra nacida de ensamblar lo que se tiene a mano. También permitió a Bearden insertar literalmente rostros y cuerpos negros en la narrativa histórica del arte, subvirtiendo un canon que los había excluido durante mucho tiempo. Al hacerlo, influyó en generaciones posteriores para usar el collage en narraciones personales y políticas.
A finales de la década de 1970, el collage había permeado casi todas las formas de arte y rincones de la sociedad, desde el arte elevado (exposiciones de museo de Schwitters o Cornell) hasta la cultura pop (fanzines de música, cómics) y el activismo político (arte de protesta).
La idea de que cualquier cosa podría ser arte una vez combinada de manera reflexiva ahora era ampliamente aceptada. El collage, una vez controvertido, ahora era un lenguaje visual común. Sin embargo, su viaje estaba lejos de terminar; de hecho, la revolución digital estaba a punto de impulsar el collage a una dimensión completamente nueva.
La Era Digital: Collage en la Era de Photoshop y Memes
A medida que el siglo XX dio paso al XXI, el collage experimentó otra transformación, esta vez impulsada por la tecnología digital. La llegada de las computadoras personales, el software de edición de imágenes como Adobe Photoshop (est. 1990), y, más tarde, las vastas capacidades de compartir imágenes de Internet, significaron que cortar y pegar podría hacerse en el espacio virtual con una facilidad sin precedentes. Entramos en lo que podría llamarse la era del collage digital, y su impacto en la cultura visual ha sido profundo.
En el ámbito digital, el mundo mismo se convierte en una paleta ilimitada para el collage. Con unos pocos clics, un artista (o cualquier persona con una computadora) puede tomar una imagen de la Mona Lisa, combinarla con una fotografía de Marte de la NASA, agregar texto o gráficos, y crear un compuesto que puede compartirse globalmente en segundos.
Esta nueva libertad ha significado una explosión de contenido basado en collage en la vida cotidiana, desde el meme político que pega la cara de un político en un cuerpo de caricatura para hacer un punto, hasta la estética del remix en videos musicales y publicidad (donde los montajes de cortes rápidos son esencialmente collages en movimiento).
Importante, el ethos del collage – su espíritu de yuxtaposición y recombinación – se ha convertido en un modo dominante de comunicación en la era digital. Los feeds de redes sociales son efectivamente collages de contenido de diversas fuentes.
El meme de Internet, posiblemente el arte popular de nuestro tiempo, a menudo se basa en principios de collage: considere el popular meme del “novio distraído”, que tomó una foto de archivo de un hombre y una mujer y permitió a los usuarios de todo el mundo superponer sus propias etiquetas de texto o imágenes, convirtiendo una fotografía en miles de comentarios en collage sobre todo, desde relaciones hasta cuestiones sociopolíticas.
El collage digital ha democratizado lo que una vez fue dominio de artistas de vanguardia. Ahora, los adolescentes con aplicaciones gratuitas pueden crear bromas visuales irónicas y en capas que evocan la irreverencia del Dada o el comentario cultural del Pop. Como observa la académica Katherine Lee, “en la era digital, un espíritu de rebelión similar al movimiento Dada contra las estructuras establecidas se demuestra a través de... expresiones existentes usando aplicaciones digitales”. La revolución de cortar y pegar que comenzó en Zúrich en 1916 encuentra nueva vida en Instagram y Reddit en nuestro tiempo.
Las herramientas digitales también han ampliado las posibilidades formales del collage. El fotomontaje ahora puede ser impecable: las imágenes pueden ser mezcladas y manipuladas de tal manera que el collage es casi imperceptible como uno solo. Esto ha llevado al auge de cosas como la “batalla de Photoshop”, donde los usuarios de internet compiten para crear la imagen compuesta más salvaje, y también a tendencias más nefastas como los deepfakes (videos manipulados por IA).
La naturaleza de doble filo del collage como acto de comunicación es evidente aquí: por un lado, es un diálogo creativo a través del tiempo y el espacio (un collage digital puede incorporar imágenes de culturas y épocas dispares, verdaderamente un “código trans-estético” en diálogo). Por otro lado, la facilidad del collage en los medios digitales significa que las imágenes pueden ser alteradas de manera engañosa y ampliamente creídas.
Como señalan Agustina Dewi et al. en un estudio de 2024 sobre collage digital, “con el espíritu del Dadaísmo que contiene una mente libre y creación abierta... los collages como proceso de comunicación también son posibles para enmarcar mensajes y crear falacias”. En otras palabras, la misma libertad y poder del collage – para recombinar la realidad – puede ser utilizado para distorsionar la verdad (piense en montajes de propaganda o memes engañosos) tan fácilmente como para revelarla. Esto hace que la alfabetización visual – entender cómo las imágenes pueden ser manipuladas o remezcladas – sea una habilidad crucial hoy en día.
En el mundo del arte, el collage digital se ha convertido en un género respetado por sí mismo. Artistas como David Hockney comenzaron a experimentar con los primeros collages digitales en el iPad, mientras que innumerables artistas jóvenes utilizan exclusivamente medios digitales para crear arte en collage que existe como impresiones, proyecciones o NFTs (tokens no fungibles). Lo notable es que a pesar de las herramientas de alta tecnología, la sensibilidad de estas obras a menudo regresa a las raíces del collage: son espejos de la cultura contemporánea.
La artista digital Peggy Ahwesh creó collages de video a partir de metraje de YouTube para comentar sobre el consumismo y el desperdicio, haciendo eco de los temas del Pop Art pero a través de una lente del siglo XXI. Kenneth Tin-Kin Hung, un collagista digital, crea caricaturas políticas barrocas al unir imágenes de internet de políticos, logotipos corporativos y pinturas históricas del arte, muy en línea con la tradición de Heartfield o Hamilton, pero animadas y en línea.
En diseño y publicidad, la estética del collage es ubicua: los diseños de revistas superponen texto e imagen de maneras lúdicas, y los comerciales de televisión intercalan rápidamente imágenes para vender estilos de vida tanto como productos, todo lo cual debe una deuda a los pioneros del collage.
También vale la pena señalar que la era digital ha despertado un interés renovado en el collage analógico. Quizás como una reacción a la pulcritud de Photoshop, muchos artistas y aficionados han regresado a las tijeras y el pegamento, deleitándose en los descubrimientos táctiles y accidentales que permite el collage físico.
Colectivos de collage y festivales de zines alrededor del mundo celebran el collage de papel recortado como una forma de arte accesible y de baja tecnología que cualquiera puede hacer con materiales reciclados, una práctica inherentemente sostenible en una era de preocupación por el desperdicio. La Red de Investigación de Collage, fundada en 2018, y exposiciones como “Cut and Paste: 400 Years of Collage” (Galerías Nacionales de Escocia, 2019) han destacado la rica historia y la continua innovación en el collage, uniendo el estudio académico y la práctica artística.
Se podría argumentar que nuestro momento cultural entero es colagístico: construimos identidades curando fragmentos de medios (nuestras listas de reproducción, nuestros tableros de Pinterest, nuestros feeds de Instagram), debatimos combinando información y referencias, y creamos nuevo contenido recombinando interminablemente contenido antiguo. En cierto sentido, el collage ha trascendido el arte para convertirse en un modo de vida, un modo dominante de procesar la inundación de imágenes y datos que nos rodea.
A través de todos estos cambios, la esencia del collage sigue siendo lo que la artista Louise Nevelson observó en 1975: “la forma en que pienso es collage”. Creamos significado conectando fragmentos, viendo relaciones entre los pedazos y piezas que recolectamos. El arte del collage, ya sea hecho con ruinas de templos, papel impreso o píxeles, externaliza ese proceso cognitivo humano muy propio.
El Legado Estratificado del Collage
El arte del collage, en todas sus formas, desde el álbum de recortes más humilde hasta la proyección digital más grandiosa, se erige como un testimonio de la creatividad humana y la resiliencia cultural. Es una forma de arte nacida de la ingeniosidad (aprovechando los materiales que se tienen a mano) y visión (viendo el potencial en los fragmentos).
A lo largo de la historia, el collage ha servido como un conservador de la memoria, un arma de crítica, un vehículo para la fantasía y un medio de conexión entre ideas dispares. El gran poder del collage reside en su capacidad para contener múltiples verdades y contradicciones en un solo marco: es a la vez él mismo y algo más, las piezas originales y el nuevo todo.
Mirando hacia atrás, vemos una transformación de lo antiguo a lo digital:
- Lo que comenzó como reliquias y artesanías devocionales en tiempos antiguos evolucionó hacia una estrategia vanguardista moderna para liberar el arte de su jaula dorada.
- Los artistas de principios del siglo XX que rompieron el libro de reglas (y el periódico) con tijeras allanaron el camino para que el arte se involucrara directamente con el desorden de la realidad.
- Los artistas de collage de mediados de siglo reflejaron el auge de los medios de comunicación masivos, criticando e inmortalizando a partes iguales los íconos de la era pop.
- Las voces globales y marginadas adaptaron el collage para contar sus propias historias en un lenguaje visual no limitado por la tradición académica.
- Y la era digital abrió las puertas para que el collage se convirtiera en un lenguaje vernáculo universal, incluso cuando nos desafía a discernir entre la realidad y la ficción en un mundo de interminables mezclas.
Como un espejo cultural, el collage tiene una manera notable de mostrarnos cosas que normalmente pasamos por alto. Un trozo de un cartel de propaganda en un collage dadaísta nos obliga a ver realmente la absurdidad del mensaje. Una yuxtaposición de una modelo de revista con una máscara ancestral puede decir mucho sobre el colonialismo y la identidad. Un meme que collagea una pintura famosa con celebridades modernas puede provocar una risa, y quizás una reflexión sobre cuánto o poco ha cambiado. Los collages de cada era son así fuentes primarias para futuros historiadores: congelan en el tiempo las preocupaciones e inspiraciones de sus creadores.
En la década de 1960, el crítico John Berger escribió, “Todo arte es de alguna manera collage.” A lo largo de este viaje, hemos visto la verdad de esa afirmación. El collage no es solo una técnica artística, sino una forma de pensar y ver, reconociendo que el significado a menudo se construye, no es inherente, y que al reorganizar piezas, podemos reorganizar la percepción.
El collage invita a una apreciación casi arqueológica: debajo de la imagen superficial yace el contexto original de cada fragmento, y al excavar en esas capas se revelan ricos estratos históricos y culturales. Un solo collage puede contener papel envejecido por el tiempo, palabras de otro idioma, imágenes de culturas dispares, todo superpuesto en diálogo.
En nuestro momento actual, donde las culturas se entremezclan y la información inunda, el collage se siente más relevante que nunca. Nos recuerda que algo bello y coherente puede surgir del caos, que la diversidad de elementos puede llevar a la armonía o al menos a una conversación provocativa. También nos recuerda cuestionar lo que vemos, notar las costuras y preguntar por qué estas piezas fueron ensambladas de esta manera. El collage como forma de arte fomenta un ojo crítico y una mente abierta.
Finalmente, el collage ha demostrado ser una fuente inagotable de innovación. Los artistas de hoy continúan empujando sus límites, fusionándolo con nuevos medios (por ejemplo, collages interactivos con realidad aumentada) o antiguos (reviviendo técnicas de corte a mano). La adaptabilidad inherente del medio – sus “posibilidades creativas infinitas” como lo expresó un artista – asegura que nunca se estancará.
Mientras haya nuevas experiencias, nuevos materiales y nuevas ideas en la cultura, habrá artistas impulsados a cortar, rasgar, superponer y pegar para crear algo novedoso. El collage, al reflejar la cultura, también crea cultura: puede introducir nuevos órdenes estéticos, nuevos significados y nuevas formas de ver.
En el legado estratificado del collage, encontramos una forma de arte que es verdaderamente un palimpsesto cultural – escrito y reescrito por cada generación, pero nunca borrando completamente lo que vino antes. Desde el cuidadoso pegado de un texto sagrado por un monje en la China medieval hasta la remezcla digital de un adolescente que se vuelve tendencia en línea hoy, el collage habla de un impulso humano eterno de dar sentido a las piezas de nuestro mundo, de crear unidad a partir de la diversidad.
Es arte, historia y comunicación todo a la vez. Al ver un collage, se nos invita a mirar no solo una imagen sino a la cultura misma, reflejada en un espejo irregular – uno que, en sus mismas fracturas y yuxtaposiciones, nos muestra una imagen más verdadera y rica de la realidad.