"Hanuman el Manitas" es un carrusel giratorio de narrativas. Un espectáculo de acrobacias divinas. Una danza cósmica sobresaturada que fusiona mis propias fotografías con ilustraciones antiguas, todo cobrado vida en un diluvio de color y luz.
Un dios internacional venerado desde India hasta Bali y Tailandia, los eruditos han susurrado que Hanuman incluso pudo haber trabajado como Sun Wukong, el Rey Mono en la épica china, el Viaje al Oeste. Hanuman no es solo una deidad, entonces. Es su propia Torre de Babel, de alguna manera. Convirtiéndose en un espacio figurativo para que la gente en Denpasar y Delhi proyecte sus esperanzas y oraciones, encontrando un punto en común en su devoción compartida a este faro de esperanza, buena suerte y buen ánimo. Lo que también convierte a Hanuman en una celebridad, de otra manera. Una figura venerada que la gente cree conocer pero que nunca ha conocido.
Reservé a Hanuman para este espectáculo y lo lancé al centro de atención. De nuevo. Esta vez, como acróbata, un intérprete, una estrella que ha pasado milenios preparándose para este debut. Y todo está ahí, en sus ojos, en sus manos que sostienen innumerables armas, en su risa tumultuosa cuando acierta su primer blanco de la noche.