En el corazón de este rodeo de seda encontramos un funcionario de la corte javanés. De pie en un retrato majestuoso de recuerdos mezclados de su tiempo a lo largo de las carreteras de seda. Colgados juntos de los anales de las bibliotecas de contenido encaladas que hicieron que su aventura sea difícil de imaginar ...
Digamos que fue enviado a Wheel y Trating y suplicar si tenía que hacerlo. Buscando mejores intercambios en los productos básicos de su pueblo, que no pueden apoyarlos en su doble Holandés economía. Pero su rodeo de seda no se trata de ellos. Debe encontrar tiempo para la fe, por supuesto, previamente planificando sus excursiones a La Meca, Al-Aqsa, Blue Mosqu y la Alhambra, se preguntan del mundo islámico que bordean su camino hacia los cruzados europeos que determinarán su destino.
El 19 ° C. Oil en papel de este funcionario de la corte javanés mide casi 2 metros de altura. Pero no es un retrato. Este "tipo" javanés fue pintado por un artista anónimo que no se cree que sea occidental. Ayudando a explicar por qué, aunque es arquetípico, su humanidad está en plena exhibición. Renderizado por un artista que lo vio como más que un sujeto. Lo que a su vez me ayudó a descubrir una vida ricamente imaginada para este Cicerón Javanés en un gran rodeo de seda. Cortar una figura muy fina en el mundo recién globalizado de la era industrial. Lo que provocó toda la idea de este trabajo, porque los javaneses han sido objeto de influencia extranjera a lo largo de su historia, de los reinos indianizados del pasado, los sultanatos islámicos y el período colonial holandés. Lo que significa que muchos funcionarios de la corte javanés habrían sido enviados a lo largo de los siglos para aumentar el apoyo de tierras lejanas. Vestido aquí un modo LA en Javanese Finery combinada con una elegante chaqueta militar. Combinando el sombrero de un almirante con el elegante florituras de un UDeng atado. Torneado moda En una paradoja, que refleja la dinámica de empuje entre los colonizados y los colonizadores, una co-dependencia del síndrome de la danza del Estocolmo, cosida en elegancia sartorial. ¿Y es de extrañar, entonces, que encontremos su rostro enredado? Atrapado entre la mueca y el desconcierto en el choque cultural y el asombro de todo. En el camino y repetir en este muy grandioso rodeo de seda.